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Héctor y María me pidieron que los acompañe una vez más. Tal vez piensan que conmigo van a tener más suerte.
Comenzamos a hablar de lo que pasó la semana pasada: el nacimiento de la hija de la hermana de Héctor, y el cumpleaños de María. "Cuántos cumpliste?", le pregunto. "18", dice. Definitivamente creía que tenía por lo menos 21, parece que tenía tres años menos. Hago la cuenta y me doy cuenta de que tenía 16 cuando dio a luz a Ludmilla. No es tan joven para una chica de los suburbios, podría haber sido unos años antes. "Pero no más chicos por un tiempo", dice, como si me estuviera leyendo la mente.
Hacemos nuestro recorrido normal, el mismo barrio, las mismas calles. Héctor y María juegan todo el tiempo, se molestan y se pegan. Es un día normal, no encontramos mucho.
A la mañana siguiente me despierto y me siento cansado, me duelen los músculos. Miro por la ventana. Lo primero que veo es un cartonero mañanero con una bolsa en su espalda.