Traductor $35
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Empujamos el carro hacia la estación. Cuando llegamos, caemos, estamos muertos. Miro alrededor y veo que Héctor es el que más junto en el día de hoy. Su carro está cargado, muy cargado. De la estación Bancalari tiene que caminar una hora más hasta su casa. Gracias a Dios, sobre asfalto.
Fidel viene directo hacia mí. "Tengo algo para vos", dice. Lentamente comienzo a sospechar que me está dando los juguetes de sus hijos. "Algo especial, una calculadora". La miro, y veo que es un traductor.
Me siento al lado de Teresa y comienzo a usarlo. Todos se paran alrededor mío. Gritan palabras y yo tengo que traducirlas. "Cómo se escribe esa palabra", pregunto una y otra vez. Es bastante difícil para ellos deletrearlas. Tienen que reírse de ello.
"Cómo está tu diente", le pregunto a Teresa, quien tenía un terrible dolor los últimos días. "Está bien. Hoy ya no me duele más", contesta. No fue al dentista. Es una lástima ya que ella es una de las pocas que tiene la dentadura intacta.
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